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lunes, 13 de enero de 2014

LOS JÓVENES ESPAÑOLES NO ESPERAN NADA DE NADIE

El futuro negro, el presente también. La situación de los jóvenes españoles es tan precaria que la mitad aceptaría cualquier tipo de trabajo en España o en el extranjero. El elevado porcentaje de paro (57,5% según el último Eurostat) junto con la frustración por falta de garantías de encontrar un empleo está llevando al colectivo a tomar decisiones desesperadas. De hecho, casi todos los encuestados no tendrían problema en abandonar a sus familias y trasladarse a otra ciudad o país.

Esta desesperanza se refleja claramente en que el 53% considera que su situación actual es peor aún de lo esperado y en que el 76% piensa que seguirá igual o retrocederá más. El estudio Crisis y contrato social. Los jóvenes en la sociedad del futuro realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud  y promovido por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) muestra un resultado catastrófico para la juventud española y, por tanto, para el futuro de España. En el estudio han participado 1.000 jóvenes entre 18 y 24 años y fue presentado la semana pasada.

El pesimismo o realismo, según cada opinión, tiene que ver principalmente por la falta de trabajo y las pocas expectativas reales que existen de encontrarlo. Entre los que tienen trabajo, el 37,4% cree que en un año lo perderá y la inmensa mayoría de parados (71%) ve poco o nada probable encontrar un empleo en doce meses. Además, el estudio refleja la existencia de una tremenda brecha social que con la crisis económica cada día aumenta más. Esta brecha se puede resumir con la palabra enchufismo y se explica con los siguientes porcentajes: los jóvenes de clases sociales bajas y media asume el 46,4% de paro frente al 5,2% de las clases más altas.

¿Responsables? El 70,9% (cada porcentaje sobre 100 puntos) señala directamente como máximos culpables al Gobierno y los partidos políticos (sin exceptuar a ninguno) mientras que el 50,7% culpa a los empresarios y banqueros, el 39,3% a la situación económica mundial y española, el 19,6% a la sociedad en general y sólo el 5,1% a los propios jóvenes que ‘no hacen nada por buscar trabajo’.

Los contratos temporales (56,7%) o la alarmante ausencia de contratos (17,1%) tampoco ayudan a adoptar una visión positivista de la situación. El 61,7% se ha ido al extranjero o está dispuesto a irse y un 84,9% se resigna a trabajar en cualquier oficio, aunque no tenga nada que ver con la formación de cada quién. “Antes el trabajo se valoraba por lo que daba, ahora se valora en sí mismo”, asegura Eusebio Megías, director técnico de la FAD.

Por último, hay que destacar que hay que trabajar para vivir. Sin embargo, se vive para trabajar y, por ejemplo, el 59,2% señala como muy difícil poder comprar o alquilar una vivienda y el 49,5% ve como imposible formar una familia. Con estos escalofriantes porcentajes ¿qué medidas se han de tomar? El Gobierno no ofrece ninguna y son los únicos que pueden cambiar las cosas, aunque sólo les interesen los votos. Hasta entonces, los que estén en el extranjero que permanezcan allí y los que no estén, que se animen a irse. Total, esto se ha hecho toda la vida y tan pronto como hay épocas en las que existe la inmigración, también hay otras donde predomina la emigración. Ésta última es en la que a los actuales jóvenes españoles nos ha tocado vivir.

BAJO EL UMBRAL DE LA POBREZA

En la ciudad de León (España) aparecía muerto un indigente de 63 años. Era un hombre conocido, no frecuentaba demasiado los centros de asistencia social y habitualmente dormía en Ordoño II (calle principal de la ciudad). No tenía nada que perder, a excepción de la vida, y amaneció sin ella en una fría mañana de invierno.

En España hay nueve millones de ciudadanos que viven bajo el umbral de la pobreza, es decir, un 28% de la población. Un país desarrollado e integrado en la ‘gran’ Unión Europea que tiene a más de tres millones de personas cobrando 307 euros mensuales que apenas les da para comer. Miles de ciudadanos deambulan por las calles para sobrevivir y Cáritas, bancos de alimentos y demás oenegés no dan abasto para atender a tanta gente.

Por tanto, no son sólo los parados, que desde siempre han estado ahí, ni tampoco los desahuciados por el impago de las hipotecas, son todas aquellas personas que se mueren de hambre, mientras que los ricos se hacen más ricos y la indigencia bate récords. Los políticos y la gente acomodada miran hacia otro lado, pero no se dan cuenta que es un problema que también les concierne. ¿Qué España es esta en la que se vive de lujo o se muere de miseria en un portal?