El
comienzo de año no ha sido precisamente de colores para la familia Galindo
Martínez. Anyelen, la niña de la casa, cayó la semana pasada en una
alcantarilla del sur de Bogotá. Tenía cuatro años. La pequeña fue encontrada
muerta tras 18 horas de búsqueda por el río Tunjuelito, hasta donde las aguas
fecales la habían trasladado. Los esfuerzos de los buzos profesionales del
equipo de bomberos y un sofisticado robot de la empresa de aguas del distrito
no sirvieron para nada. Anyelen, caminaba de la mano de su padre cuando se
produjo el accidente, la alcantarilla estaba tan sólo cubierta de hierba.
Pero
ni muchísimo menos es el único caso. La misma tragedia se ha repetido en varias
ocasiones. Así, por ejemplo, la familia de Michel Dayana Barrera, vio cómo
fallecía su niña de dos años tras caer por otra alcantarilla sin tapa. Un
descuido de su abuela, propició el fatal encuentro de la pequeña con el hoyo
cuando estaba persiguiendo a una paloma. El trabajo de la policía y los
bomberos no fue suficiente. Según los medios colombianos, la pequeña Michel
cayó a una profundidad de nueve metros, fue arrastrada por la respectivas aguas
fecales y encontrada sin vida pasadas dos horas del accidente.
Estos
casos han encendido todas las alarmas en Colombia y hasta el vicepresidente,
Angelino Garzón, comparó el peligro que representan las alcantarillas sin tapas
como las minas antipersona que utilizan las guerrillas del país sudamericano.
“Tener alcantarillas sin tapas es como tener calles en las ciudades con minas
antipersonal o de la muerte”, aseguró el mandatario en su cuenta de Twitter.
El
continuo robo de tapas de alcantarilla no es una acción nueva en Bogotá. Hace
cinco años el material del que se constituían era cemento reforzado, el cual
tenía una lucrosa salida en el mercado negro. Por tanto, el Gobierno remplazó
las tapas por otras compuestas de polímeros libres de hierro para que no
resultasen valiosas para los ladrones. A pesar de ello, los hurtos, que han
disminuido notablemente desde el 2006 según la Empresa de Acueducto, siguen
ocurriendo y provocando que las alcantarillas se transformen de trampas
asesinas.
El
Gobierno ha tomado una nueva medida para reemplazar todas las tapas de hierro
por plásticos reforzados, así como introducir un sistema llamado Agua
Inteligente –utilizado ya en Reino Unido- que permite identificar las tapas
sustraídas y a los ladrones. Los vagabundos, adictos al bazuco –pasta de coca- o los delincuentes de poca monta son los que
suelen dedicarse a este tipo de hurtos. El material vendido en el mercado negro
adquiere un valor irrisorio que no supera los 10.000 pesos colombianos, es
decir, seis libras. Los compradores funden el material y lo comercializan en
otras zonas del país, con más que jugosas ganancias.
En
Bogotá existen 210 puntos con alcantarillas, de las que el 15% conectan con
grandes tuberías. La mayoría de ellas están sin tapa y de ahí el gran peligro
que suponen para los transeúntes despistados como Anyelen y Michel, las
pequeñas que murieron ahogadas.