¡Cómo
han cambiado los centros penitenciarios en España! Antes entre las rejas tan
sólo se podían encontrar personas de mal vivir, pero ahora muchos de los presos
viven mejor dentro que fuera. ¡Hasta reciben visitas a cualquier hora como si
estuvieran en su casa! Como siga así la cosa van a poner un photocall a la entrada. Normal que
muchos de ellos cuando salen cometan delitos para volver. Hay veces que la
realidad supera a la ficción. Por ejemplo, al señor Luís Bárcenas, extesorero
del Partido Popular, lo han recibido como si fuera un héroe. No, no es una falacia.
Un interno, que afirma haber coincidido con él en Soto del Real, cuenta que “es
un tío de puta madre”, que le ha “regalado un pantalón” y que “ha firmado
autógrafos en el patio como si fuera una estrella del rock”. ¡Qué rápido hace
amigos incluso en el penal! Ya se sabe: el que tiene un amigo, tiene un tesoro,
y Bárcenas respecto a los tesoros es un gran profesional. En fin, sin duda
alguna hay prisiones que se parecen más al Club
de la Comedia, con sus televisiones de plasma y su bar, pero también hay
otras que se pueden equiparar a verdaderas carnicerías. Es el caso de algunos
penitenciarios de Bolivia.
San
Pedro y San Antonio, irónicamente son los nombres de dos de las cárceles más
conflictivas y peligrosas del planeta. La primera, situada en el corazón de La
Paz, cuenta con un aforo máximo de 800 personas, sin embargo, habitan aquí más
de 2.500. La segunda, emplazada en la ciudad de Cochabamba, alberga alrededor
de 1.000 presos que se ven obligados a dormir en cualquier esquina porque las
escasas celdas que existen las tienen que comprar o alquilar como si de
viviendas dignas se trataran. En ambos centros penitenciarios las condiciones
de vida son infrahumanas: violadores, asesinos y traficantes de estupefacientes
conviven con bebés que nacen y se crían tras unas rejas oxidadas de más de tres
metros de altura. La única ley que existe es la del más fuerte. Los funcionarios
se lavan las manos y ni siquiera se inmiscuyen en el interior de las prisiones,
tan sólo simulan estar trabajando –para cobrar a fin de mes– en el control de
acceso en el que diariamente transcurren más prostitutas que familiares. No
existe ningún tipo de seguridad, los policías cubren el perímetro tras los
altos y gruesos muros para que nadie pueda fugarse, pero en el interior el
orden y la legitimidad reina por su ausencia.
La
‘autoridad’ en las prisiones está compuesta por un interno al que, por alguna ‘extraña’
razón, es elegido ‘democráticamente’ para ocupar un ficticio puesto de ‘dirección’.
O lo que es lo mismo: los reclusos se ven obligados a ‘votarlos’ por extorsión.
Estos individuos, se hacen llamar los delegados del Consejo de Prisioneros y en
el sistema penitenciario de Bolivia están permitidos, o más bien, no están
vetados. Son ellos quienes deciden todo lo que puede pasar o no en la cárcel.
Son intocables, por lo que la legislación del Gobierno es papel mojado. La
mayoría de esta información existe y la puedo compartir porque hay personas,
sobre todo miembros de ONG, que ayudan a los reos más desfavorecidos y a los
que el jefe del centro penitenciario deja pasar sin ningún tipo de encrucijada
a cambio de, como no, una importante cantidad de dinero. Son fuentes fiables y
de primera mano que, en más de una ocasión, han denunciado las terroríficas
escenas que han observado, pero ningún gobierno se ha dignado todavía a leer
sus detallados informes. ¿Algún día lo harán y tomarán partido en el asunto? Lo
dudo mucho, es más, me atrevo a responder con un ‘no’ rotundo. ¿Y ustedes?.
Es
impactante pero para sobrevivir en este tipo de cárceles, los reos se buscan la
vida como carpinteros, artesanos, vendedores, cerrajeros… eso sí, si son
afortunados. En muchas ocasiones, no tienen para comer y llegan a morir por
inanición. Además, cuando no pueden comprar una celda a su respectivo delegado,
las alquilan por una suma de dinero exagerada si se compara con el minúsculo
espacio que disponen para dormir o, al menos, para intentarlo. El periodista Jalis
de la Serna, para un programa de una empresa de comunicación española, se adentró
en la prisión de San Antonio de Cochabamba a cambio de dinero y pudo
entrevistar en exclusiva a un reo español de 45 años y exempresario condenado
por tráfico de drogas en la intimidad de su celda para evitar problemas. Su
testimonio, explica perfectamente cómo es la vida para un interno y, sobre
todo, para un extranjero. “Pago 150 bolivianos (11 libras) de alquiler al mes y
comparto la celda con dos personas más. El consulado español me da 400
bolivianos (35 libras) al mes y con ello pago la comida y el alquiler, pero es
difícil que pueda sobrevivir con ellos durante más tiempo. Además sufrimos
picaduras y mordeduras de todo tipo de insectos y roedores que pululan
constantemente por aquí, por lo que, por ejemplo, siempre me meto papel
higiénico en los oídos para que no me entren”.
Sin
embargo, el problema de espacio y del pago de los bienes fundamentales no es el
principal problema de las cárceles bolivianas. Las enfermedades, las torturas y
los abusos de todo tipo están a la orden del día. Narcís, el entrevistado,
cuenta su experiencia entre lágrimas ante las cámaras y su declaración no deja
indiferente a nadie: “A mí el delegado me ha llegado a sacar 5.000 dólares
(3.300 libras) por amenazas de muerte y torturas. He llegado a estar dos veces
en el hospital muy grave. Te estrujan, son torturas muy drásticas. Por ejemplo,
te meten en un bidón y te dan descargas o simplemente te cosen a palos
reclamando dinero. Cuanto más les das, más te piden. Además, hay muchas
enfermedades y lo único que puedo hacer para no morirme es fumar la ‘papa’, que
es la base de la cocaína. Te anula el cerebro y puedo escapar de la realidad.
Yo nunca había consumido drogas y ahora soy toxicómano. Por último y a la
desesperada, me he intentado suicidar en muchas ocasiones, pero no he podido,
no tengo con qué, esta gente disfruta con el sufrimiento de los demás, y si
eres extranjero, mucho más”.
El Infierno de Palmasola
Las
cárceles de San Pedro y San Antonio muestran síntomas de vejación absoluta
hacia el ser humano, pero la prisión de Palmasola, en la ciudad boliviana de
Santa Cruz, se crea un ambiente en el que uno puede imaginarse lo que la
Iglesia desde siempre ha intentado describir de múltiples formas como el
Infierno. En esta cárcel sobreviven a duras penas 5.200 presos de los que 400
tienen sentencia ejecutoriada y cerca de 200 son menores de edad. Por increíble
que parezca, estas circunstancias de vida en la muerte, se han podido denunciar
a partir de una desgracia que ha puesto en juicio el precario sistema
penitenciario de Bolivia: la muerte de 30 presos tras una serie de
enfrentamientos violentos entre ellos por diferencias raciales y asuntos
pendientes. Así pues, el Gobierno de Evo Morales ha anunciado la aplicación de
reformas ‘inmediatas’ para evitar más masacres como esta. ¿Será efectivo?.
Según
el diario El País, el Defensor del Pueblo en la ciudad de Santa Cruz, Hernán
Cabrera, ha informado que “se ha logrado identificar solo un cuerpo de los 30
muertos” y que “la tarea se dificulta porque la mayor parte de las víctimas
fatales está calcinada”. Además, Cabrera, ha adelantado a los medios de
comunicación bolivianos que calcula “al menos una semana para contar con el
informe de los forenses”. El hacinamiento y la ineficacia del régimen
disciplinario son factores que contribuyen a que se susciten conflictos como
este. Los pabellones
escenario del enfrentamiento, por ejemplo, “son sectores de régimen cerrado,
pero claro, se abre cuando la Policía lo quiere”, se lamenta. No existe otra forma
de explicar la relativa facilidad con la que ingresan armas y otros materiales a
los penales.
Por
tanto, las condiciones de vida de estos ‘mataderos’ vulneran los Derechos
Fundamentales de cualquier ser humano y nadie hace nada por evitarlo. Son
presos, sí. Han violado, asesinado y traficado con todo tipo de materiales, sí.
Pero la mayoría ni siquiera han sido juzgados y esperan ‘por obra del señor’
que algún día alguien les diga cuántos años deben pagar como penitencia.
También son personas, a las que, en muchos casos se han dejado corromper o han
actuado bajo los efectos de las drogas. La mayoría son pobres diablos a los que
la vida les ha sido ingrata. ¿Qué diferencia existe entre un asesino y una
autoridad que deja que unas personas se pudran literalmente en la cárcel? Todos
los días mueren presos por enfermedades o ajustes de cuentas. ¿Qué se puede
hacer para denunciar esta situación? Juzguen ustedes mismos.