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jueves, 19 de septiembre de 2013

LA PRECARIA SITUACIÓN DE LAS CÁRCELES BOLIVIANAS




¡Cómo han cambiado los centros penitenciarios en España! Antes entre las rejas tan sólo se podían encontrar personas de mal vivir, pero ahora muchos de los presos viven mejor dentro que fuera. ¡Hasta reciben visitas a cualquier hora como si estuvieran en su casa! Como siga así la cosa van a poner un photocall a la entrada. Normal que muchos de ellos cuando salen cometan delitos para volver. Hay veces que la realidad supera a la ficción. Por ejemplo, al señor Luís Bárcenas, extesorero del Partido Popular, lo han recibido como si fuera un héroe. No, no es una falacia. Un interno, que afirma haber coincidido con él en Soto del Real, cuenta que “es un tío de puta madre”, que le ha “regalado un pantalón” y que “ha firmado autógrafos en el patio como si fuera una estrella del rock”. ¡Qué rápido hace amigos incluso en el penal! Ya se sabe: el que tiene un amigo, tiene un tesoro, y Bárcenas respecto a los tesoros es un gran profesional. En fin, sin duda alguna hay prisiones que se parecen más al Club de la Comedia, con sus televisiones de plasma y su bar, pero también hay otras que se pueden equiparar a verdaderas carnicerías. Es el caso de algunos penitenciarios de Bolivia.

San Pedro y San Antonio, irónicamente son los nombres de dos de las cárceles más conflictivas y peligrosas del planeta. La primera, situada en el corazón de La Paz, cuenta con un aforo máximo de 800 personas, sin embargo, habitan aquí más de 2.500. La segunda, emplazada en la ciudad de Cochabamba, alberga alrededor de 1.000 presos que se ven obligados a dormir en cualquier esquina porque las escasas celdas que existen las tienen que comprar o alquilar como si de viviendas dignas se trataran. En ambos centros penitenciarios las condiciones de vida son infrahumanas: violadores, asesinos y traficantes de estupefacientes conviven con bebés que nacen y se crían tras unas rejas oxidadas de más de tres metros de altura. La única ley que existe es la del más fuerte. Los funcionarios se lavan las manos y ni siquiera se inmiscuyen en el interior de las prisiones, tan sólo simulan estar trabajando –para cobrar a fin de mes– en el control de acceso en el que diariamente transcurren más prostitutas que familiares. No existe ningún tipo de seguridad, los policías cubren el perímetro tras los altos y gruesos muros para que nadie pueda fugarse, pero en el interior el orden y la legitimidad reina por su ausencia.

La ‘autoridad’ en las prisiones está compuesta por un interno al que, por alguna ‘extraña’ razón, es elegido ‘democráticamente’ para ocupar un ficticio puesto de ‘dirección’. O lo que es lo mismo: los reclusos se ven obligados a ‘votarlos’ por extorsión. Estos individuos, se hacen llamar los delegados del Consejo de Prisioneros y en el sistema penitenciario de Bolivia están permitidos, o más bien, no están vetados. Son ellos quienes deciden todo lo que puede pasar o no en la cárcel. Son intocables, por lo que la legislación del Gobierno es papel mojado. La mayoría de esta información existe y la puedo compartir porque hay personas, sobre todo miembros de ONG, que ayudan a los reos más desfavorecidos y a los que el jefe del centro penitenciario deja pasar sin ningún tipo de encrucijada a cambio de, como no, una importante cantidad de dinero. Son fuentes fiables y de primera mano que, en más de una ocasión, han denunciado las terroríficas escenas que han observado, pero ningún gobierno se ha dignado todavía a leer sus detallados informes. ¿Algún día lo harán y tomarán partido en el asunto? Lo dudo mucho, es más, me atrevo a responder con un ‘no’ rotundo. ¿Y ustedes?.

Es impactante pero para sobrevivir en este tipo de cárceles, los reos se buscan la vida como carpinteros, artesanos, vendedores, cerrajeros… eso sí, si son afortunados. En muchas ocasiones, no tienen para comer y llegan a morir por inanición. Además, cuando no pueden comprar una celda a su respectivo delegado, las alquilan por una suma de dinero exagerada si se compara con el minúsculo espacio que disponen para dormir o, al menos, para intentarlo. El periodista Jalis de la Serna, para un programa de una empresa de comunicación española, se adentró en la prisión de San Antonio de Cochabamba a cambio de dinero y pudo entrevistar en exclusiva a un reo español de 45 años y exempresario condenado por tráfico de drogas en la intimidad de su celda para evitar problemas. Su testimonio, explica perfectamente cómo es la vida para un interno y, sobre todo, para un extranjero. “Pago 150 bolivianos (11 libras) de alquiler al mes y comparto la celda con dos personas más. El consulado español me da 400 bolivianos (35 libras) al mes y con ello pago la comida y el alquiler, pero es difícil que pueda sobrevivir con ellos durante más tiempo. Además sufrimos picaduras y mordeduras de todo tipo de insectos y roedores que pululan constantemente por aquí, por lo que, por ejemplo, siempre me meto papel higiénico en los oídos para que no me entren”.

Sin embargo, el problema de espacio y del pago de los bienes fundamentales no es el principal problema de las cárceles bolivianas. Las enfermedades, las torturas y los abusos de todo tipo están a la orden del día. Narcís, el entrevistado, cuenta su experiencia entre lágrimas ante las cámaras y su declaración no deja indiferente a nadie: “A mí el delegado me ha llegado a sacar 5.000 dólares (3.300 libras) por amenazas de muerte y torturas. He llegado a estar dos veces en el hospital muy grave. Te estrujan, son torturas muy drásticas. Por ejemplo, te meten en un bidón y te dan descargas o simplemente te cosen a palos reclamando dinero. Cuanto más les das, más te piden. Además, hay muchas enfermedades y lo único que puedo hacer para no morirme es fumar la ‘papa’, que es la base de la cocaína. Te anula el cerebro y puedo escapar de la realidad. Yo nunca había consumido drogas y ahora soy toxicómano. Por último y a la desesperada, me he intentado suicidar en muchas ocasiones, pero no he podido, no tengo con qué, esta gente disfruta con el sufrimiento de los demás, y si eres extranjero, mucho más”.

El Infierno de Palmasola


Las cárceles de San Pedro y San Antonio muestran síntomas de vejación absoluta hacia el ser humano, pero la prisión de Palmasola, en la ciudad boliviana de Santa Cruz, se crea un ambiente en el que uno puede imaginarse lo que la Iglesia desde siempre ha intentado describir de múltiples formas como el Infierno. En esta cárcel sobreviven a duras penas 5.200 presos de los que 400 tienen sentencia ejecutoriada y cerca de 200 son menores de edad. Por increíble que parezca, estas circunstancias de vida en la muerte, se han podido denunciar a partir de una desgracia que ha puesto en juicio el precario sistema penitenciario de Bolivia: la muerte de 30 presos tras una serie de enfrentamientos violentos entre ellos por diferencias raciales y asuntos pendientes. Así pues, el Gobierno de Evo Morales ha anunciado la aplicación de reformas ‘inmediatas’ para evitar más masacres como esta. ¿Será efectivo?.

Según el diario El País, el Defensor del Pueblo en la ciudad de Santa Cruz, Hernán Cabrera, ha informado que “se ha logrado identificar solo un cuerpo de los 30 muertos” y que “la tarea se dificulta porque la mayor parte de las víctimas fatales está calcinada”. Además, Cabrera, ha adelantado a los medios de comunicación bolivianos que calcula “al menos una semana para contar con el informe de los forenses”. El hacinamiento y la ineficacia del régimen disciplinario son factores que contribuyen a que se susciten conflictos como este. Los pabellones escenario del enfrentamiento, por ejemplo, “son sectores de régimen cerrado, pero claro, se abre cuando la Policía lo quiere”, se lamenta. No existe otra forma de explicar la relativa facilidad con la que ingresan armas y otros materiales a los penales.

Por tanto, las condiciones de vida de estos ‘mataderos’ vulneran los Derechos Fundamentales de cualquier ser humano y nadie hace nada por evitarlo. Son presos, sí. Han violado, asesinado y traficado con todo tipo de materiales, sí. Pero la mayoría ni siquiera han sido juzgados y esperan ‘por obra del señor’ que algún día alguien les diga cuántos años deben pagar como penitencia. También son personas, a las que, en muchos casos se han dejado corromper o han actuado bajo los efectos de las drogas. La mayoría son pobres diablos a los que la vida les ha sido ingrata. ¿Qué diferencia existe entre un asesino y una autoridad que deja que unas personas se pudran literalmente en la cárcel? Todos los días mueren presos por enfermedades o ajustes de cuentas. ¿Qué se puede hacer para denunciar esta situación? Juzguen ustedes mismos.