En España todo el mundo sabe -más o menos- lo que es el plan Bolonia. Sin embargo, en Italia no tienen ni idea de lo que es. ¿Por qué? Básicamente porque no existe. Curiosamente, este plan de estudios universitario que lleva el nombre de una de las ciudades universitarias más famosas de Italia, no está implantado en este país. Sí, es verdad, supuestamente es un plan europeo, que se firmó en 1999 por muchos miembros de la UE, incluido Turquía; sin embargo, cuando entras en una clase de una universidad italiana, te das cuenta de que no se lleva a cabo.
Puedo hablar sobre el plan Bolonia de dos formas. Una, sobre la eficacia que puede tener de cara a realizar el trabajo y otra, sobre cuestiones financieras. Pertenezco a la primera generación de este plan de estudios universitario de España. Año 2008. Universidad Carlos III de Madrid. Grado en Periodismo, sí Grado. Las horas de clase son ridículas y se tarda un año menos en acabar la carrera; sin embargo, a la hora de trabajar, he de decir que me ha favorecido mucho. ¿Por qué? Una cosa es estudiar la teoría y, otra muy distinta, es estudiar la teoría y aplicarla en la práctica. Se nota. Las prácticas realizadas día a día en la universidad me han servido para desenvolverme perfectamente en una redacción. En este sentido olé.
Ahora bien, tras la II Guerra Mundial, era necesario formar a muchos trabajadores cualificados, debido a las demandas del tejido productivo. En la actualidad, la demanda laboral ha cambiado totalmente. Existe una sobrecualificación y el mercado laboral ya no requiere tanta cantidad de especialistas. Hoy en día, lo que se pide, en muchos casos, son trabajos que requieren baja o nula cualificación. La prueba fehaciente es el incremento de reponedores, camareros, dependientes o limpiadores que hemos experimentado en los últimos años.
Así pues, las universidades se han visto obligadas a reconvertirse según las nuevas demandas productivas. De esta manera, se ha producido la vinculación de financiaciones públicas y privadas. Es decir, en la actualidad, el Estado invierte solamente en aquello que las empresas han mostrado mayor interés. Las áreas que resultan indiferentes para el tejido productivo -como el periodismo, la filosofía, la comunicación audiovisual, la psicología o, generalizando, las ciencias puras- cada día reciben menos ayudas. Parte de culpa lo tiene el plan Bolonia y las nuevas normativas de educación. Pero...¿qué es más barato: un parche o un neumático nuevo?