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martes, 19 de marzo de 2013

CALENTANDO MOTORES


Miles de periodistas españoles terminan sus estudios y se hacen la siguiente pregunta. ¿Y ahora qué hago? Esta situación se puede extrapolar a otros ámbitos profesionales. El momento por el que estamos pasando en España está poniendo en evidencia a nuestra sociedad, a nuestra economía y, por supuesto, a nuestra política. La banca y la política, la política y la banca. Uno se pone al servicio del otro a costa de los derechos de los ciudadanos y el otro refleja en el uno, una crisis de la que hoy en día no se puede salir.

En toda situación precaria, sea guerra, terrorismo o crisis, los ciudadanos entramos en un estado de shock. Y es en este punto cuando los medios de comunicación se convierten en los elementos más importantes para el desarrollo y futuro de cualquier país. Aquellas personas que crean que los medios no son importantes, deberán pararse a pensar qué situaciones han provocado en el pasado. Por ejemplo, el ascenso de Hitler al poder y la creación de la dictadura más sangrienta que se recuerda.

El buen periodismo es un pilar básico en una sociedad, y digo buen periodismo porque el que las grandes empresas practican no lo es. Los grandes medios de masas -no de información- son capaces de crear alarma social, de hacer creer al ciudadano cosas que no existen, de manipular al individuo según sus intereses o de desinformar hasta tal punto que puedan crear vinculaciones inaceptables. Por tanto, el buen periodismo no es el que maximiza beneficios, es el que ofrece información veraz y rigurosa.

La profesión periodística está -gracias a las grandes empresas mediáticas- en su peor momento. Hoy en día parece que el periodismo sólo crea desconfianza, que no tiene un peso importante en la sociedad y que no sirve para nada. Sin embargo, todo esto debería ser al revés. ¿Dónde está John Reed, Ryszard Kapuscinski, Tiziano Terzani o Indro Montanelli? Grandes entre los grandes que siempre velaron por la verdad más verdadera, por la exhaustiva contrastación de las fuentes y por la argumentación de su subjetividad. Y digo subjetividad, porque todo aquel que diga que es objetivo es un hipócrita. 

Tersani expresó -bajo mi punto de vista- de forma magistral lo siguiente: "Debo decir con toda sinceridad que siempre he despreciado a los anglosajones que afirmaban ser objetivos. ¡Pamplinas! Yo no he dicho nunca que soy un periodista objetivo porque no lo soy. Porque nadie lo es, y los que afirman serlo son falsos e hipócritas. ¿Cómo puedes ser objetivo? No lo eres nunca. Porque, como nos enseña Kurosawa en la película Rashomon, la misma historia vista por seis personas distintas son seis historias distintas. Porque la manera en que miras un episodio, los detalles en los que te fijas, los olores que percibes son tu elección personal, que influye muchísimo en tu juicio" (SERRANO, 2012: 87).