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lunes, 30 de septiembre de 2013

LA RETIRADA DE AFGANISTÁN



Se sabe cuándo comienzan las guerras, pero no cuándo terminan. En el caso de Afganistán, los continuos enfrentamientos acaecidos hasta el día de hoy empezaron en el momento en el que la antigua Unión Soviética invadió el país. Desde entonces, la lucha ha sido constante, un todos contra todos: la yihad frente a los rusos y los talibanes, los afganos contra Al Qaeda, la Guerra Civil entre los muyahidines… Sin embargo, la OTAN ha asegurado que esta interminable guerra tendrá fecha de caducidad, concretamente en el año 2014. En unos meses Estados Unidos y todos los países implicados se retirarán a sabiendas de la derrota y, sobre todo, conociendo el futuro que les deparará a los afganos. ¿Qué país quedará tras doce años de ocupación y de miles de libras invertidas? ¿Qué ocurrirá con las miles de minas antipersona enterradas y distribuidas por todo el territorio?

En Kabul hay urbanizaciones blindadas, cajeros, supermercados, tiendas de ropa, restaurantes, cafeterías… pero las calles siguen sin asfaltar, los edificios gubernamentales están destruidos y las mujeres visten con el burka. La seguridad en la capital afgana se ha convertido en un negocio más que en un servicio civil y nadie sabe cuándo ni dónde se producirá un nuevo atentado. Las decenas de puntos de control no sirven para calmar a la población y cada día que pasa el miedo invade a los ciudadanos. Cualquier maletín, automóvil o persona puede explosionar en cualquier momento y nadie está a salvo en uno de los países más peligrosos del mundo. Según los datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el año 2011 murieron más de 3.500 civiles inocentes, 500 militares de la coalición internacional y centenares de policías y agentes de seguridad.

El supuesto fin de la guerra parece una mera utopía. La retirada de los diferentes ejércitos, entre los que se encuentran los de Gran Bretaña y España, parece más un aviso de viabilidad que un llamamiento a la paz. La mayoría de los afganos vislumbran un futuro muy oscuro lleno de sangre y de caos. Y no es para menos. Dos elecciones amañadas, una administración totalmente corrupta y un millón de mutilados hacen que el actual Gobierno lo tenga complicado para aparentar legalidad. Una de los terribles sucesos que pueden ocurrir en unos meses es la posible llegada de los talibanes del sur hacia la capital. Los extremistas islámicos del Hanafi, con la ayuda de los pakistaníes, podrían tomar el poder nacional. Es curioso que la OTAN diera a conocer la noticia teniendo en cuenta que los talibanes con anterioridad destruyeron por completo el país. Por tanto, nada ni nadie garantiza que no vuelva un estado permanente de guerra al que, por desgracia, los afganos se han acostumbrado.

El periodista Peter Jouvenal, extrabajador de la CNN y de la BBC, entre otros muchos medios de gran reconocimiento, lleva años cubriendo el conflicto afgano. Jouvenal en una entrevista para el Grupo Prisa sostenía que “se tuvo la oportunidad de acabar con la guerra en el 2001 pero la comunidad internacional fue incapaz de resolverlo porque todos los recursos se desviaron a Irak, no había ninguna intención de ayudar a los afganos”. El hombre que conoció a Osama bin Laden en persona explicaba que “sólo una mínima parte del dinero entregado por la comunidad internacional acaba en manos del pueblo afgano. Se cree que sólo llega un cinco por ciento. Los norteamericanos se han gastado más de 30.000 millones de dólares en este país, la población es de 30 millones de personas, por tanto, eso significa un millón de dólares por afgano y resulta que el salario mínimo es de 100 dólares al mes, así que, ¿dónde ha ido a parar todo ese dinero?”.

Así pues, la guerra continuará y las minas antipersonas seguirán enterradas sin que nadie las vaya a desactivar. Todos los días muere gente inocente a causa de estos artilugios. Alberto Cairo, uno de los médicos internacionales de la Cruz Roja asegura que cada día visitan su hospital una media de tres personas alcanzadas por una bomba. Una media escalofriante de la que la mayoría no se recupera y fallece. Así mismo, las bombas subterráneas han mutilado y asesinado a más de la mitad de los soldados afectados hasta la fecha. La autopista principal que une Kabul con la ciudad sureña de Kandahar es la zona más atestada de minas. Los talibanes usan esta vía para cometer la mayoría de sus atentados y así cortar los suministros del país. El sur está controlado por estos islamistas, quienes utilizan las guerrillas para manifestarse ya que en una guerra directa serían aplastados por superioridad numérica. El modus operandi de los talibanes es similar al de los vietcong en la guerra de Vietnam, usan trampas mortales que se cruzan al paso de los enemigos pero no entran en contacto con ellos.

Una de las tareas más importantes que los soldados internacionales llevan a cabo en Afganistán es la de desactivar bombas o, dependiendo del caso, hacerlas explosionar. Para ello, los encargados de uno de los trabajos más peligrosos que existen, chequean la zona donde existe alguna sospecha con robots de alta tecnología que cuestan más de 90.000 libras. Son gente profesional a las que, por extraño que parezca, la vida sí les importa y tienen mucho que perder. Lo peor de todo es que las bombas ni sienten ni padecer y se quedan meses o incluso años escondidas hasta que alguien las pisa y las hace estallar. ¿Qué pasará cuando las tropas internacionales se retiren por completo? ¿Quién desactivará las bombas? Es cierto que la ‘invasión’ internacional ha hecho ricos a unos pocos y el resto de la población se ha quedado como estaba, pero ¿será un acierto abandonar una misión sin completarla o sumirá al país en una catástrofe irremediable? Para mucha gente, tan sólo los propios afganos pueden hacer frente al problema porque los países que aún permanecen allí lo hacen por intereses económicos pero, a pesar de ello, ¿lograrán la paz de su pueblo sin ayuda de nadie? Seguramente, pronto lo sabremos.